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Pathfinder es el primer libro de la saga Mundo Serpiente (Serpent World), de Orson Scott Card. Tal vez a algunos de vosotros este nombre no os diga demasiado, pero se trata del creador de una de las sagas de ciencia ficción más importantes de los últimos tiempos: El Juego de Ender (Ender's Game).
Rigg no es un niño como los demás: tiene un secreto que sólo él y su padre conocen. Y es que Rigg puede ver el rastro del pasado de las personas. Un trágico suceso le hará descubrir que este no era el único misterio que envolvía su existencia y le llevará a emprender una aventura hacia la capital del imperio, donde intentará hallar el camino que pueda guiarle hacia la verdad de su propio pasado… y de su linaje.
Durante sus viajes descubrirá tres cosas. La primera, que tal vez no sea tan especial como cree. La segunda, que la gran ciudad puede acarrear más peligros que los bosques en los que se ha criado. Y la tercera, que tal vez sea capaz de hacer algo más que tan sólo “ver” el pasado de la gente.
Con la ayuda de sus amigos, su aguzado ingenio y su don, deberá intentar sobrevivir en este nuevo mundo de intrigas, falsedad y traición.
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Paralelamente a la trama principal, una nave de colonos parte de la tierra con un propósito y destino inciertos. ¿Qué relación guardará el destino de esta nave con el de nuestros protagonistas? Lo sabremos en el próximo episodio. (siempre había querido decir eso).
En Pathfinder, se vuelve a repetir la fórmula que tan bien funcionó en la saga de Ender (niño con poderes, emprende viaje, etc.) Y es que… si funciona, ¿para qué cambiarlo?, habrá pensado el autor. No voy a ser yo quien critique este anclaje argumental, aunque me conste que algunos ya lo han hecho. ¿Y qué? Stephen King, por ejemplo, podría montarse una guardería con todos los niños “especiales” que pueblan sus relatos y no veo que nadie le tosa. Aunque quizás, todos los que se hayan atrevido estén ahora atados a una cama, bajo los atentos cuidados de la enfermera Annie Wilkes. (sorry Stephen, we love you!).
Volviendo al relato que nos ocupa: se trata de un libro bastante entretenido, que tiene en los viajes en el tiempo y sus distintas posibilidades su mayor baza. Las diversas teorías expuestas no tienen desperdicio aunque, en ciertos momentos del relato, me sintiese engullido por dichas elucubraciones para acabar resurgiendo excretado por un inmenso agujero de gusano de disonantes e incongruentes paradojas temporales (aunque creo que eso fue consecuencia directa de mi déficit histórico de aprobados en física).
Otro elemento a tener en cuenta es la claridad con la que el autor expone ciertos rasgos propios de la condición humana y el autoengaño al que a veces nos sometemos para imponer nuestros ideales. Las intrigas políticas de la capital y el maquiavelismo inherente a sus gobernantes serán una constante, durante buena parte del relato, y nos harán plantearnos algunos dilemas morales de gran calibre (… o eso espero).
Nos encontramos frente a un libro ameno, con personajes carismáticos que nos engancharán desde el primer momento, y una trama bien estructurada que se desenvuelve sin mayores incidentes (exceptuando alguna que otra paradoja de marras). En definitiva, una lectura a recomendar para todos los aficionados a la ciencia ficción.
P.D.: A todos aquellos que estén interesados en esta saga, decirles que ya está prevista una segunda parte: se llamará Ruins (Ruinas) y debería ver la luz el 30 de octubre de 2012.
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